El poder de las comunidades indígenas en la construcción de un futuro colectivo
En ocasión del Día Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo, el activista climático y Asesor Climático de CRIN Santiago Flores Medina conversó con Futuros Indígenas, una de las redes líderes de Latinoamérica en la restauración y preservación de los derechos a las identidades autónomas de los pueblos indígenas. La entrevista destaca la importancia de la resistencia indígena para impulsar el cambio sistémico: desde desafiar diversas formas de opresión hasta exigir justicia climática interseccional.
« Al vivir en una sociedad cada vez más polarizada por el afán de poder y la invisibilidad de las luchas de las comunidades más afectadas, a menudo me pregunto cuál es el significado de un sentido equitativo de justicia climática en los tiempos que corren. Creo que debe basarse en la creación de redes intercomunitarias, en la recuperación del conocimiento como forma de empoderamiento y en el aumento de los esfuerzos interseccionales de resistencia. Creencia que finalmente pude plasmar en el reconocimiento a la labor de Miryam « Mimi » Vargas, Wendy Juárez y Armando García —tres miembros de una de las comunidades mexicanas de activistas pertenecientes a Futuros Indígena s».
~ Santiago Flores Medina
Un saqueo de los derechos de los pueblos indígenas
México es una de las naciones más diversas del mundo en cuanto al número de comunidades indígenas que coexisten. Sin embargo, también es un lugar en el que las comunidades indígenas enfrentan violencia y opresión.
La opresión histórica de las comunidades indígenas es evidente, por ejemplo, en el sufrimiento del niño otomí a quien sus compañeros de escuela prendieron fuego, supuestamente tan solo por hablar su lengua materna; un derecho a la identidad y la cultura tan inherente a todos los seres humanos, pero por el que las comunidades indígenas aún se ven obligadas a luchar. Un derecho que las impulsa a resistir sistemas cuyos cimientos son el abuso de poder y las ideologías supremacistas, racistas, patriarcales, capitalistas y coloniales.
Es un saqueo arraigado en la creencia de la superioridad occidental. Un saqueo estratégicamente camuflado con promesas vacías, provenientes de estados y corporaciones internacionales. Un saqueo que utiliza de manera injusta la prosperidad del desarrollo humano como guarida para adoptar intereses nacionalistas ajenos a las necesidades y demandas de las comunidades indígenas. Un saqueo que usa el tiempo como arma para desatar sus efectos de manera gradual, pero catastrófica.
Es una narrativa que comenzó en 1519 cuando los colonizadores pisaron las tierras del continente americano, buscando imponer sus formas de vida a las comunidades nativas. Y es esta misma narrativa la que hoy sostiene las desigualdades actuales.
Transmisión del conocimiento como forma de resistencia
Esta supremacía se manifiesta, por ejemplo, en el ejercicio del derecho a la educación. En palabras de Mimi:
«es un requisito en nuestras comunidades obligar a niños, niñas y adolescentes a aprender inglés, mientras que es ilegal enseñarles a hablar y escribir en su lengua materna (maya); una lengua que tanto hemos luchado por conservar desde la antigüedad, y que en la actualidad ya corre peligro de desaparecer».
Pero en su voz resuena más la resistencia que la desesperanza, mientras camina por los soleados pasillos de Ú-Tópicas, una librería feminista ubicada en el sur de la Ciudad de México, que nos recibe acogiendo las disidencias, y cuyas paredes representan un espacio seguro para la expresión del arte, la literatura y los movimientos sociales.
A pesar de las adversidades, no todo está perdido. Como dice Wendy, el conocimiento aún sigue vivo. Es otra forma más de resistencia que a menudo se expresa de manera oral.
«Incluso podría decir que, en la comunidad, la forma más efectiva de transmitir nuestro conocimiento radica en las palabras, en la transmisión oral de la sabiduría. En las historias que nos contaban nuestros abuelos y nuestras abuelas sobre la naturaleza, los animales, las plantas, nuestras deidades y los cerros»,
exclama al tiempo que revive la felicidad de los recuerdos de la infancia. «Cerros que lamentablemente, en la actualidad, han comenzado a secarse debido al aumento acelerado de las temperaturas de la Tierra», declara Armando, mientras su rostro conserva la nostalgia omnipresente de los tiempos cambiantes de hoy en día.
El futuro está en los colectivos que lideran con diversidad e interseccionalidad
La clave de la resistencia indígena y la justicia climática, según Mimi, está en las redes que se forjan entre los colectivos. En la capacidad de generar una fuerza liderada por la unidad, que resista la violencia, la intervención y la imposición.
«El poder comenzó a ser visto como la capacidad de hacer algo. Somos capaces de autogestionarnos, de organizarnos entre nosotros. De forjar redes sostenibles entre nuestras comunidades, que se alimenten entre sí sin ser invasivas ni pretender la homogeneización. Somos capaces de reconocernos como partes de un territorio — buscando liderar con interseccionalidad y diversidad de perspectivas— para lograr un bien común cuyos frutos se vean materializados en el fortalecimiento de las personas y sus ecosistemas»,
menciona Armando con un optimismo en los ojos que le nace desde lo más profundo del corazón. «Uno que no radique en ninguna práctica extractivista, sino en el ser», dice Mimi.
Lograr un cambio sistémico para detener la violencia contra las comunidades indígenas no es solo tarea de colectivos y movimientos sociales. Es el deber de las sociedades que, durante mucho tiempo, ignoraron los esfuerzos restaurativos y continuaron con la discriminación y marginación de quienes son originarios de la tierra. «Es importante que nos unamos como una sola nación en contra de las estructuras verticales. En contra de la visión capitalista, opresiva y deshumanizadora, ampliamente promovida y sustentada por nuestro sistema político actual», señala con firmeza Armando.
Promover una visión que defienda a niños, niñas y adolescentes como la generación futura
El trabajo de Futuros Indígenas también prioriza el futuro de niños, niñas y adolescentes, y su capacidad de empatía y solidaridad. Sin importar de qué comunidad, territorio, nación o región provengan, son quienes heredarán nuestro planeta en el futuro. Como menciona Wendy, «tienen su propia lógica para visualizar el mundo que les rodea. Los adultos a veces no lo entendemos, pero en su aceptación o empoderamiento está la clave para redefinir nuevas formas de ser y de conocer. Sistemas que nos permitan construir comunidades diversas».
«Debemos contemplar una visión que abogue por estructuras cíclicas y autónomas que les devuelvan el futuro a niños, niñas y adolescentes. Que vuelvan a ver los cerros verdes, se sumerjan en la plétora de nuestras costumbres y sientan, por primera vez, esa felicidad que anhelábamos en nuestra infancia»,
exclama Mimi con los ojos llenos de lágrimas. En el fondo, sé que son lágrimas de resistencia, de euforia, de una sensación imparable de libertad.
Es fundamental que la comunidad internacional de los derechos humanos ejerza presión sobre los principales medios de comunicación para amplificar las voces y demandas de las comunidades indígenas, además de visibilizar la violencia directa e indirecta que se ejerce continuamente en su contra. La solidaridad con un movimiento como Futuros Indígenas significa llevar a cabo un proceso de responsabilización social por los saberes, territorios y estilos de vida que tanto han defendido y que, sin embargo, aún se les niegan.
Construir una narrativa en la que la vida de un niño otomí no vuelva a estar en peligro en manos de llamas indiferentes requiere trabajar de forma conjunta para lograr que se sienta contenido en el calor de un abrazo fraterno de aceptación y amor colectivos.
Agradezco infinitamente a María Reyes, cuyo activismo en Futuros Indígenas fue la inspiración principal para escribir este artículo. También agradezco a la librería U-Tópicas por brindar un espacio seguro y acogedor para tomar las fotografías y realizar la entrevista. Sobre todo, agradezco a Mimi, Wendy y Armando —miembros del movimiento Futuros Indígenas— por compartir sus historias y experiencias sobre el trabajo de conservación y restauración que llevan a cabo en sus comunidades. Sus narrativas me inspiran a forjar una visión inclusiva e interseccional en mi activismo y defensa.
Escrito por el activista Santiago Flores Medina, con los testimonios de Wendy, Mimi y Armando (miembros de Futuros Indígenas).