Por qué CRIN apoya a las redes de sobrevivientes en América Latina en su lucha contra la impunidad
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CRIN no es más que una sola organización que apoya a las redes dirigidas por sobrevivientes a luchar para terminar con la impunidad por los abusos sexuales a niñas, niños y adolescentes en entornos institucionales. Pero, para que sus reivindicaciones puedan satisfacerse, han de recibir apoyo y contar con aliados de grupos aparte de CRIN y las organizaciones que financian este trabajo. Con este objetivo, explicamos por qué y cómo trabajamos con las redes de sobrevivientes de América Latina con la esperanza de que más organizaciones se unan a este movimiento en pleno crecimiento.
Contexto y premisa
La labor de CRIN sobre los abusos por parte del clero y el acceso a la justicia para lxs sobrevivientes comenzó en 2013, cuando publicamos un informe global relacionado con este asunto antes de que las Naciones Unidas analizara cómo la Santa Sede respetaba - o no - los derechos de niñas, niños y adolescentes. Los escándalos de abusos sexuales por parte del clero salieron a la luz por primera vez masivamente en América del Norte y, posteriormente, en Europa y Oceanía; el análisis de las Naciones Unidas marcó un momento histórico de evaluación y rendición de cuentas por el abuso generalizado, los encubrimientos y la impunidad en todo el mundo.
Una radiografía de los abusos por parte del clero en América Latina
Cinco años después, América Latina comenzó a dibujarse como la posible región en la que se produciría una 'tercera oleada’ mundial de escándalos de abusos sexuales por parte del clero, ya que las denuncias crecían exponencialmente en algunos países. Respondimos con una radiografía de la situación del abuso clerical en toda América Latina, y revisando la legislación de cada país sobre el abuso sexual a niñas, niños y adolescentes, conscientes de que luchar contra el abuso y la impunidad requiere, antes de que se puedan acometer reformas, un conocimiento previo de la magnitud y la naturaleza de la violencia. Fue el primer estudio de este problema en el conjunto de la región y dio pie a que se cubriera y se debatiera el tema en toda ella.
Identificar las deficiencias de la voluntad política y las redes dirigidas por sobrevivientes
Es indudable que la concienciación sobre este asunto en América Latina ha aumentado en los últimos años. Han aparecido casos en todos los países, lo que ha ayudado a cambiar el discurso de culpar a unas pocas 'manzanas podridas’ a reconocer la naturaleza sistémica del problema. A pesar de ello, la región no ha visto el mismo grado de rendición de cuentas ni de reformas legislativas generalizadas que garanticen que se haga justicia para con los sobrevivientes, como sí ha ocurrido en otros lugares del mundo. Creemos que esta situación se debe a dos factores principales: una ausencia de voluntad política por parte de los gobiernos nacionales y una falta de movilización encabezada por lxs sobrevivientes en cada país. Esta visión se basa en nuestro conocimiento de que, en todos los países que han respondido al abuso infantil en entornos institucionales, lxs sobrevivientes siempre han sido lxs primeros en exigir comisiones de la verdad, planes de reparación y reformas legislativas. En concreto, sus campañas y su trabajo de concienciación han sido clave para llevar este asunto al terreno político, donde se aprueban estas acciones. Sabemos que, sin la movilización de lxs sobrevivientes y sus reivindicaciones por la verdad, justicia y reparaciones, la voluntad política para que esto ocurra suele estar ausente.
Aumento de las demandas por la rendición de cuentas en toda la región
No obstante, hay signos claros de que América Latina se mueve hacia una amplia reforma regional. Seis países (Nicaragua, El Salvador, Perú, Ecuador, Chile y Colombia) han abolido los plazos de prescripción de delitos relacionados con los abusos sexuales en la infancia, y se están produciendo debates similares actualmente en Argentina y México. Hasta ahora, se han solicitado comisiones de la verdad independientes sobre el abuso sexual infantil en entornos instituciones, incluida la Iglesia católica, en Chile, Ecuador y México. Y, actualmente, lxs sobrevivientes de varios países de la región se están planteando poner en marcha actividades de defensa jurídica internacional. Esta evolución lleva tiempo gestándose y es importante aprovechar el impulso, ya que sabemos que el abuso empeora y la impunidad aumenta cuando disminuye la atención sobre el asunto.
Qué queremos hacer y por qué
En este contexto, nuestro objetivo es pasar del escándalo a la reforma; queremos que a nuestra investigación le sigan acciones prácticas que busquen terminar con la impunidad por el abuso sexual infantil en las instituciones de América Latina. Con esto en mente, hemos identificado tres objetivos a largo plazo:
apoyar el desarrollo de redes dirigidas por sobrevivientes en toda América Latina, para que los gobiernos no puedan seguir ignorando sus reivindicaciones por la verdad, justicia y reparación;
buscar el establecimiento de comisiones de la verdad, ya que crean un relato histórico público de los abusos en las instituciones, lo que puede incluso llevar a reformas profundas de políticas y legislación y también a la creación de planes de reparación; y
apoyar las propuestas de reforma legislativa nacional para garantizar que lxs sobrevivientes de abuso sexual infantil tengan acceso a la justicia, mediante, entre otros, la abolición de los plazos de prescripción, la aplicación de la obligatoriedad de denuncia para presuntos abusos y la redefinición de los delitos cuando sea relevante.
Apoyar el desarrollo de redes de sobrevivientes
A pesar de que han salido a la luz casos de abusos por parte del clero en todos los países de América Latina, la visibilidad de este problema sigue siendo desigual en toda la región. Esto no se debe a que la magnitud de los abusos en cada país sea muy diferente, sino a que las dinámicas locales, como la veneración de la Iglesia católica, los tabúes sociales, una falta de cobertura del asunto por parte de los medios de comunicación o no contar con una red nacional de sobrevivientes, influyen en el número de sobrevivientes que dan un paso al frente. Por tanto, es necesario que aumente la visibilidad del problema de un modo más uniforme en toda América Latina, para lo que la presencia de sobrevivientes que se hayan movilizado es fundamental.
Por este motivo, apoyamos el desarrollo de redes dirigidas por sobrevivientes tanto existentes como emergentes, cada una de las cuales buscan diferentes tipos de apoyo. Algunas quieren avanzar en la defensa mediante, por ejemplo, la colaboración con otras organizaciones, mientras que otras necesitan saber cómo establecer una red de sobrevivientes desde cero. No obstante, tienen algo en común: su deseo de pasar de ser grupos de apoyo informales a campañas nacionales organizadas.
Ofrecer apoyo práctico y financiero donde sea necesario
Sin embargo, todo apoyo requiere antes saber cuál es la capacidad actual de las redes y qué recursos necesitan para lograr sus objetivos. Fundamentalmente, hay que tener claro que las redes dirigidas por sobrevivientes de América Latina son grupos de voluntarios y, como tales, tienen una capacidad y unos recursos limitados, lo que les puede impedir utilizar todo su potencial en la defensa y las campañas. Por lo tanto, como elemento clave de nuestra colaboración, ofrecemos subvenciones en cascada a las redes de sobrevivientes con las que trabajamos para que, en palabras de una de estas redes, puedan trabajar “con más soltura”. Las cantidades que se asignan se acuerdan de forma democrática mediante deliberación con las redes de sobrevivientes, ya que queremos que el proceso sea participativo y se base en una confianza y responsabilidad mutuas. Además, proporcionamos apoyo con respecto a sus necesidades de formación, por ejemplo, en relación con la seguridad física y digital, mediante guías prácticas de cómo activar los inicios de una reforma legislativa y que se establezcan comisiones de la verdad, y con talleres privados en línea en los que puedan reunirse con expertos y otras redes similares de otros países.
Conectar a lxs sobrevivientes sorteando la barrera del lenguaje para fomentar la solidaridad entre países
Para elegir el tipo correcto de apoyo, también es fundamental saber quién es el más adecuado para ofrecerlo. Y no siempre se trata de CRIN. A menudo, son lxs propixs sobrevivientes. Puesto que algunas redes de sobrevivientes de todo el mundo ya han llevado a cabo con éxito campañas para que se establezcan comisiones de la verdad, planes de reparación y reformas legales, hay un potencial considerable de aprendizaje y solidaridad internacional entre las redes de sobrevivientes de América Latina y las de otras regiones. Por tanto, conectamos redes de sobrevivientes de América Latina con activistas experimentados de todo el mundo.
El motivo por el que esto no se ha hecho anteriormente ha sido, sobre todo, la barrera del lenguaje, que es una de las razones principales por las que las redes de sobrevivientes no están mejor conectadas en todo el mundo. Este problema proviene de la falta de medios económicos a la que las redes se enfrentan a menudo, ya que la interpretación y la coordinación de acontecimientos requieren recursos. Abordamos esta barrera mediante la organización de labores de interpretación simultánea como parte habitual en estos intercambios y con un presupuesto específico para ello. Por otro lado, las redes de sobrevivientes emergentes de América Latina también pueden aprender de aquellas con más experiencia en la propia región. En estos dos casos, el objetivo principal consiste en fomentar la colaboración entre las redes de sobrevivientes tomando como base los objetivos comunes e independientemente de su ubicación o idioma.
Apoyar el desarrollo de comisiones de la verdad y reformas legislativas
Nuestra investigación sobre los abusos por parte del clero en América Latina mostró que la impunidad está muy extendida. Aunque encontramos condenas a clérigos en todos los países de la región, estas son escasas y, en general, solo un número relativamente pequeño de casos que ha salido a la luz en comparación con las estimaciones de países fuera de América Latina.
Una visibilidad radicalmente menor del problema en toda la región
Aunque hemos calculado que hay más de 1.000 denuncias de abusos en toda la región, las cifras de otros países individuales son mucho mayores. La Comisión Real de Australia que investigó el abuso sexual infantil en entornos institucionales recibió 4.444 denuncias que abarcaban 35 años, y la comisión de la verdad de Francia sobre los abusos por parte del clero calculó que había 333.000 víctimas menores de edad durante un período de 70 años. Esto se suma a las estimaciones de que el diez por ciento del clero de Brasil y el 14 por ciento del neozelandés han cometido abusos sexuales, proporción que aumenta hasta el 40 por ciento en algunas órdenes religiosas. Y, puesto que América Latina cuenta con la población católica más grande del mundo, estas cifras podrían darse en otros países de la región. Por consiguiente, hay que descubrir la magnitud de los abusos en cada país, y eso se calcula principalmente gracias a iniciativas como las comisiones de la verdad independientes.
Aprender de investigaciones nacionales que han llevado el cambio a otros lugares
Beber de las experiencias de jurisdicciones de otras regiones es útil para fijar la dirección estratégica de la defensa en América Latina, donde aún no se han visto iniciativas a gran escala para buscar la verdad y la justicia. Si nos fijamos en otros países, muchos gobiernos han respondido al abuso sexual infantil en entornos institucionales mediante el establecimiento de comisiones de la verdad, las cuales tanto CRIN como las redes de sobrevivientes de América Latina consideran un potente mecanismo para establecer un relato histórico público oficial (lo que es especialmente necesario en países en los que este asunto se ha encubierto, minimizado o ignorado), así como para desencadenar reformas legislativas, rendición de cuentas, y justicia y reparaciones para lxs sobrevivientes.
No obstante, ningún país de América Latina ha llevado a cabo aún una comisión de la verdad independiente sobre abuso sexual infantil, a pesar de que la región tiene un historial impresionante de este tipo de investigaciones a gran escala sobre violaciones de derechos humanos en el pasado. Ha habido algunas investigaciones parlamentarias sobre este asunto, pero son de menor escala y no suelen tener el poder jurídico necesario para investigar a fondo a las instituciones acusadas. Se han visto indicios prometedores en países en los que sobrevivientes, legisladores o expertos han propuesto comisiones de la verdad independientes, como en Chile, Ecuador y México, y donde ya hay peticiones de una reforma jurídica o proyectos de ley, como en Argentina y México.
El objetivo de nuestro trabajo es apoyar estas oportunidades de diferentes modos, ya que solo con un enfoque integral podemos acelerar su desarrollo colectivamente. Por ejemplo, conectamos las redes de América Latina con las de otros continentes que pueden transmitir su experiencia en las campañas para solicitar comisiones de la verdad y reformas legislativas que han dado frutos. Creamos guías de investigación y defensa en español que ayudan a informar sobre estrategias y defensa a las redes de sobrevivientes. Cuando es necesario, prestamos ayuda en causas judiciales clave que tienen el potencial de cambiar el statu quo, como las que cuestionan los plazos de prescripción. Colaboramos con periodistas que cubren los abusos por parte del clero e impulsan el trabajo y las reivindicaciones de lxs sobrevivientes de abusos. Junto con las redes de sobrevivientes, hacemos presentaciones a organismos internacionales de derechos humanos con el objetivo de presionar a los Estados para que inicien reformas e investigaciones. Y, puesto que todo esto requiere tiempo y recursos, el apoyo económico que proporcionamos a las redes de sobrevivientes sirve de respaldo para que puedan dedicarles tiempo a sus actividades de defensa y activismo.
El objetivo es terminar con la impunidad por la violencia sexual contra niñas, niños y adolescentes en instituciones religiosas, lo que puede desencadenar reformas más ambiciosas para evitar el abuso sexual infantil en todos los entornos y garantizar el acceso a la justicia para el conjunto de lxs sobrevivientes. Se puede tardar años en crear el suficiente apoyo político para que se establezcan comisiones de la verdad y reformas legislativas, pero podemos acercarnos a ese objetivo sentando unos buenos cimientos junto con las redes de sobrevivientes que están al frente de las demandas por la verdad, justicia y reparación.
Un enfoque centrado en lxs sobrevivientes y basado en la participación, la transparencia y la lucha contra la opresión
Ni que decir tiene que este trabajo no existiría sin la presencia de las redes de sobrevivientes. Y, al igual que en toda la labor de CRIN, las asociaciones entre organizaciones son esenciales, porque ninguna organización o sector por sí mismos tiene toda la experiencia o capacidad necesarias para evitar la violencia sexual contra niñas, niños y adolescentes y acabar con la impunidad. No obstante, gracias al trabajo que llevamos con las redes de sobrevivientes que operan a nivel nacional comunitario en América Latina, somos muy conscientes de que, como organización internacional occidental con sede en Europa, existe un historial de colonialismo, opresión y paternalismo de las ONG y un desequilibrio de poder que no podemos ignorar. Al trabajar en este contexto, lleno de estereotipos y en el que las impresiones importan, nos esforzamos por superar este obstáculo haciendo que nuestros procesos sean participativos y transparentes y se basen en los principios de la lucha contra la opresión. En parte, esto significa comunicarnos con las redes de sobrevivientes en su idioma, adaptarnos a su huso horario, ser flexibles con respecto a su ritmo y sus costumbres de trabajo, seguir sus directrices en lugar de imponer o prescribir las nuestras, tomar decisiones conjuntas sobre el diseño y el presupuesto de los proyectos, conocer el impacto que puede suponer cualquier labor adicional para sus ya limitados recursos y, lo que es más importante, responder a ese impacto de forma que no se encuentren en desventaja.
Por tanto, el papel de CRIN a la hora de apoyar a las redes de sobrevivientes consiste precisamente en ofrecer su apoyo, ya que no prescribimos un modelo fijo de colaboración ni una idea estricta sobre qué actividades las redes deben llevar a cabo para evitar aquellas que requieren mucho tiempo o que les aportan unos beneficios limitados. En su lugar, todo el apoyo se decide conjuntamente mediante conversaciones uno a uno con cada red y responde a sus necesidades y objetivos concretos. Esto es así porque las redes de sobrevivientes, con su experiencia vivida y su conocimiento sobre el terreno nacional, están en la mejor posición para definir sus propias demandas, objetivos y métodos.
Por consiguiente, este tipo de colaboración no solo requiere que CRIN sepa cuál es su lugar, sino también que aproveche sus puntos fuertes para asegurarse de que la colaboración entre las organizaciones es útil para las redes de sobrevivientes y se construye sobre el trabajo que ya han hecho. En otras palabras, ¿cuál es el valor añadido de CRIN en un asunto sobre el que las redes de sobrevivientes ya llevan años haciendo campaña? Como organización internacional dedicada a las políticas de derechos humanos y su defensa, el valor añadido de CRIN se encuentra en nuestra experiencia jurídica e investigadora y nuestro conocimiento sobre las normas internacionales de derechos humanos; en nuestra reputación e influencia como ONG respetada y consolidada; en nuestros contactos con una red mundial de activistas, organizaciones e instituciones; y en nuestro reconocimiento de que países de diferentes regiones pueden basarse en las reformas de otros, las redes de sobrevivientes con experiencia pueden servir de orientación para las actividades de nuevas redes, y organizaciones aliadas como CRIN, entre otras, pueden ayudar.
Al colaborar con las redes dirigidas por sobrevivientes de América Latina, estamos combinando nuestra experiencia y nuestros recursos con la experiencia vivida y el conocimiento nacional de las redes dirigidas por sobrevivientes. Sirva esto como reconocimiento de que somos más eficaces si cada uno desempeñamos una función según nuestras respectivas fortalezas, y de que respetamos nuestra obligación de seguir las directrices de los propios grupos dirigidos por sobrevivientes, en solidaridad.
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